Juan Neyra falleció hoy en Piura. Aunque se jubiló el 2021, visitaba con frecuencia a sus amigos de Campus Piura de la UDEP. Todos los miembros de la comunidad universitaria lamentamos su partida.

Por Betsy Salazar. 27 noviembre, 2023.

Hace dos semanas, Juancito estuvo en el campus, saludando a los amigos y solicitando apoyo para la campaña navideña que realiza todos los años a través de la que lleva ayuda a niños y familia de Campanas, en Chulucanas; sus hijos comentan que continuarán con esta misión.

Por estas y otras razones, la noticia de su partida causa especial consternación a quienes lo conocieron y a los testigos de ese espíritu solidario y el sentido del humor que lo caracterizaba.

“Juan fue una de las primeras personas que conocí y me brindó su amistad sincera cuando llegué a trabajar a la UDEP. Siempre tuvo la gran virtud de nunca decir no a cualquier requerimiento que se le pedía y no porque era su trabajo sino porque le gustaba servir. Juan era de toda la UDEP”, expresó su gran amigo Pablo Valladares, del área de posgrado de Ciencias Económicas y Empresariales.

“Era muy solidario y lo poco que tenía lo compartía. Hace poco pasó pidiendo ayuda para la chocolatada navideña que siempre realiza, ahora lo ganó el tiempo. Son tantas anécdotas y recuerdos vividos con Juan que ahora podría escribir líneas sobre líneas. Descansa en paz, amigo”, acotó Pablo.

Siempre UDEP

Juan llegó a la UDEP en 1988. Su hermano Ciriaco, aquel solitario vigilante nocturno de las zonas del radar y las lagunas de oxidación, que antaño recorría el campus a caballo, fue quien lo animó a venir a la universidad. Comenzó en el área de mantenimiento.

En poco tiempo, Juan Neyra se compenetró con el exigente y agotador ambiente de trabajo de dicha área, que realizaba siempre animado por los consejos de sus compañeros y de los profesores y administrativos, como Rafael Valera y Pablo Valladares. “Era como si mi familia trabajara conmigo”, contaba en 2021, cuando se jubiló.

En este ambiente fortaleció su devoción y fe cristianas, al conocer las enseñanzas del fundador de la universidad, San Josemaría Escrivá. Así, el 2002, sacando recursos de donde no había, viajó a Roma para la Canonización del entonces beato. Cumplió una promesa de agradecimiento por todo lo que venían recibiendo él y su familia. “Era la primera vez que viajaba en avión, así que imagina lo nervioso que estaba”, contaba a manera de anécdota.

Poco después, paso al área de conserjería, donde por su carácter afable, siempre presto a brindar apoyo a quien lo requería, se convirtió en uno de los conserjes más visibles y queridos de Campus Piura.

“En la universidad he ganado muy buenos amigos y, sobre todo, mucha experiencia, al punto de sentirme orgulloso de formar parte de esta numerosa familia que me ha enseñado a conseguir logros muy importantes como el educar a mis hijos”, expresó en esa ocasión.

Para Juan, había tres cosas importantes en su vida: su familia, Dios y su trabajo. Fue el pilar de su hogar, formado con Delia Símbala Vega, en el cual nacieron Juan Ricardo, Miguel Eduardo, Brenda del Pilar y Pedro Alberto. Los dos primeros estudiaron en la entonces Escuela Tecnológica Superior de la UDEP; y, el último terminó la carrera de Ingeniería Civil. “Todo esto se lo debo a San Josemaría”, resaltaba.

Rolando Castillo, uno de los primeros compañeros de trabajo de Juan, destacó su afán colaborativo, priorizando la educación y salud para sus hijos y esposa, inclusive para las familias de sus compañeros. “Los profesores recordarán el apoyo para sus clases, con la instalación de una laptop, una multimedia y que no falten las tizas y una mota. Juan supo asimilar bien el espíritu de la UDEP”.

Asimismo, Sandra Orejuela, profesora de la Facultad de Comunicación dijo: “Juan tenía un gran espíritu de servicio y alegría. Siempre minimizaba lo que a veces se podía presentar como un impase y cuando llegaba para ayudar daba serenidad y gastaba una broma que quitaba el hierro al contratiempo. Muchas gracias, Juan por tu sonrisa y aliento. Gracias a tu trabajo se han formado muchas personas”.

Toña Calopiña, de la Facultad de Ciencias de la Educación, precisó: “recuerdo al ‘joven Neyra’ desde mi época de alumna udepina. Lo veía siempre yendo de un lado a otro moviendo cosas o ayudando a alguien. En especial, recuerdo cuando entraba en las aulas y nos llamaba la atención porque nos habíamos sentado sobre las mesas, o en las gradas de las escaleras, muy serio él, pero siempre muy correcto y ceremonioso”.

Ya como trabajadora, añadió que fue testigo de las campañas de solidaridad que realizaba en favor de sus vecinos y comunidad, del rigor y ejemplo con que siempre guio a sus hijos, y de cómo les enseñó a trabajar como él lo había aprendido.

¡Descansa en paz, Juancito!

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